En un drama que estremece a la localidad de Atahona, Tucumán, la búsqueda desesperada de Benjamín Gutiérrez, un niño de tan solo tres años, ha evolucionado de una averiguación de paradero a una inquietante investigación por homicidio. Los principales sospechosos son sus propios padres.
El inicio de la tragedia se remonta a las denuncias de las abuelas, quienes notaron la ausencia constante de Benjamín en las visitas familiares. Las sospechas crecieron cuando los hermanos del niño revelaron detalles escalofriantes: mencionaron que su padre había lastimado a Benjamín con un ladrillo en la cabeza. Este testimonio clave cambió el rumbo de la investigación, llevando a los investigadores a confrontar a los padres del niño desaparecido.
Sin embargo, los padres negaron la existencia de Benjamín, lo que sugiere un perturbador pacto de silencio. Pero los informes médicos confirman que Benjamín existe, aunque sigue desaparecido.
Las revelaciones sobre el supuesto tormento que Benjamín enfrentaba en su hogar son espeluznantes. Según testimonios de sus hermanos mayores, el padre lo sometía a torturas con diferentes objetos, desde machetes hasta látigos. Incluso se mencionan episodios de mordeduras. Este infierno vivido por el pequeño Benjamín arroja luz sobre una historia familiar marcada por la violencia.
El caso adquiere un matiz aún más sombrío cuando se revela que el matrimonio ya había perdido a otro hijo, Rodrigo, en circunstancias igualmente sospechosas. A pesar de las señales alarmantes en la autopsia de Rodrigo, el caso se cerró sin conclusiones definitivas, lo que deja interrogantes sobre posibles encubrimientos previos.
Mientras la investigación avanza, las abuelas exigen justicia para Benjamín. La madre está bajo investigación, mientras que el padre permanece detenido por un caso anterior de violencia de género. Las abuelas claman por respuestas y castigo para los culpables, señalando la necesidad de consideración por parte de la justicia.