El carnicero Sergio, residente del barrio porteño de Devoto, decidió cerrar su negocio esta semana. La dramática decisión se produjo después de una larga batalla contra la inflación que, finalmente, resultó ser demasiado abrumadora para él y su familia.

Durante meses, Sergio se había resistido a aumentar los precios de sus productos, consciente de que muchos de sus vecinos, especialmente los jubilados, no podían pagarlos. Sin embargo, el constante aumento de los precios lo llevó a una encrucijada insostenible.

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En una entrevista previa, Sergio había expresado su angustia por ver a los jubilados contar sus monedas para comprar un simple churrasco. Esta situación lo obligó a mantener sus precios estables por un tiempo, pero la presión económica finalmente lo superó.

El cierre de su carnicería no solo representa una pérdida económica para Sergio, sino también un golpe emocional. Recordando sus inicios y el esfuerzo diario que él y su familia dedicaban al negocio, Sergio lamenta tener que abandonar este sueño.

A pesar de haber mantenido otro negocio en funcionamiento en Caballito, el carnicero se pregunta si todo su esfuerzo valió la pena, aunque reconoce que no puede rendirse por completo, la frustración y el agotamiento son evidentes en sus palabras.

El comerciante manifestó  su descontento con la situación política y económica del país, exigiendo justicia por los actos de corrupción y pidiendo un cambio que beneficie a los pequeños comerciantes como él.

Aunque este cierre representa una derrota, Sergio promete seguir luchando. Su historia sirve como un recordatorio del impacto personal de las crisis económicas del país y la lucha diaria de los pequeños empresarios por sobrevivir en un entorno cada vez más difícil.